LA JORNADA

El rey babilonio Nabucodonosor conquistó y arrasó Jerusalén en 586 a.C. En el nueve de Av del calendario hebreo, los babilonios quemaron y destruyeron el Templo que había construido el rey Salomón. Innumerables hombres, mujeres y niños judíos fueron masacrados y sus líderes fueron exiliados a Babilonia. Isaac Abravanel, un renombrado rabino del siglo XV, escribió en sus comentarios al libro de Reyes y Abdías que los primeros pobladores de Toledo eran exiliados de las tribus de Judá y Benjamín que huyeron a España después de que los babilonios capturaron Jerusalén. Le dieron el nombre de Toledo, que según Abravanel se deriva de una palabra hebrea que significa errante.

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En el año 70 d.C., los romanos sitiaron Jerusalén en respuesta a una revuelta judía contra la opresión romana. Atacaron Jerusalén y masacraron sin piedad a miles de judíos. En el 9 de Av, el mismo día que los babilonios habían destruido el Templo de Salomón, los romanos arrasaron el Segundo Templo. Los romanos capturaron a numerosos judíos y los llevaron a Roma como esclavos. En 132 d.C. surgió la revuelta de Bar Kochba con la esperanza de reconstruir la ciudad santa de Jerusalén. La rebelión resultó ser una sorprendente resistencia a los romanos. Sin embargo, la rebelión fue derrotada en 135 d.C., nuevamente en la trágica fecha del 9 de Av. Los romanos decidieron que la única forma de conquistar a los judíos para siempre era separarlos de su conexión con su amada patria. Como resultado, llevaron al pueblo judío al exilio por todo el mundo conocido.

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Muchos de los exiliados se asentaron en la tierra al otro lado del Mar Mediterráneo conocida como Sefarad (hebreo para España). Sefarad se convirtió rápidamente en el centro de la vida judía en el exilio. Al comienzo de la Edad de Oro en los años 700s, los judíos de España habían florecido y se habían convertido en líderes en prácticamente todos los campos de estudio, incluida la educación, la medicina, los negocios y las artes.

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Sin embargo, desde el inicio de la Reconquista de España por la Iglesia Católica en 1085, y más tarde las Cruzadas cristianas, los judíos se convirtieron en el objetivo de una horrible persecución y una matanza despiadada. En junio de 1391, una cruel agresión encabezada por Ferrand Martínez, un sacerdote católico, resultó en la masacre sin sentido de más de 4.000 judíos en Sevilla, España. En los meses que siguieron, los incendios de la masacre de Sevilla se extendieron por toda España cuando miles de judíos fueron asesinados brutalmente. Un sinnúmero de judíos se vieron obligados a convertirse al catolicismo o enfrentar la muerte. Con el inicio de la Inquisición española en 1483 bajo la Reina Isabel y el Rey Fernando V, un número aún mayor de judíos fueron brutalmente torturados y quemados en la hoguera. Para muchos, su única esperanza de escapar de las brutales torturas y asesinatos era convertirse al catolicismo. Las víctimas de estas conversiones forzadas fueron llamadas “conversos”. La mayoría de los conversos continuaron practicando su fe judía a escondidas o en secreto, lo que les valió el nombre de criptojudíos. También se les llama frecuentemente Anusim, una palabra hebrea que significa “los forzados”, debido a sus conversiones forzadas.

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En marzo de 1492, los reyes Fernando e Isabel emitieron el Decreto de la Alhambra, también conocido como Edicto de Expulsión. El decreto dio al pueblo judío cuatro meses para convertirse al cristianismo o abandonar el país. Al mismo tiempo, se le dio permiso a Cristóbal Colón para que explorara las rutas comerciales. La expedición fue posible gracias a la intervención de un destacado y rico grupo de Anusim encabezado por Luis de Santángel y Gabriel Sánchez. Los líderes de Anusim fueron asistidos por el renombrado rabino Isaac Abravanel, quien fue asistente financiero del rey Fernando. Abravanel luego acompañó a su amado pueblo judío cuando se vieron obligados a huir de España. Los judíos se vieron obligados a huir de España el 9 de Av, el mismo día en que ambos Templos de Jerusalén habían sido destruidos.